¿Por qué Adoptar?

En España se abandonan, anualmente, alrededor de 200.000 animales que ya no son queridos por sus presuntos responsables. Digo presuntos porque, ciertamente, quien abandona es un irresponsable en quien no se puede ni se debe confiar. Las principales razones del abandono radican en que los seres humanos no reflexionamos cuando tomamos una decisión referida a otras especies.

Creemos en mitos y errores graves, tales como “los gatos son independientes y se buscan la vida con facilidad” (un gato abandonado en un parque donde hay otros gatos, morirá de inanición o contagiado por enfermedades que su domesticación impide combatir), o que “al perro lo recogerá alguien”. “Alguien” no existe, nadie lo recogerá. Morirá atropellado, de hambre o apaleado. Igual que el gato.

Entre las 1.000 razones para adoptar ésta es la más importante:

Cuando nos hacemos cargo de una vida, sea esta cual sea, lo hacemos para siempre. “Siempre” parece una palabra muy larga, pero si hemos reflexionado y hemos concluido en que nuestro cerebro y nuestro corazón desea compartir su existencia con un ser de otra especie, es entonces cuando estaremos en condiciones de adoptar. Debemos reflexionar antes de tomar la decisión que pone en juego la vida del otro.

Una de las principales causas que llevan a los seres humanos a adquirir impulsiva y caprichosamente un animal es, también, el principal motivo que convierte sus vidas en un infierno de incomprensión, abandono y dolor.

Un perro, un gato, un loro, cualquier animal no es un juguete. Es un ser vivo con necesidades, carácter y sentimientos, y cada persona debe conocer estas facetas de la vida del otro para hacerse la gran pregunta: “¿Soy capaz y poseo los medios para hacerme cargo de una vida (con todos sus matices, incluidos los económicos) que no es la mía o la de mis allegados?”.

Analizadas y asumidas estas primeras consideraciones, la adopción se convierte en la mejor alternativa. ¿Por qué? Por la sencilla razón, entre otras de las que hablaremos más adelante, de que los amigos, los compañeros de vida, no se compran. O, al menos, no se deben comprar sean de la especie que sean.

Pero esto es algo que una persona no se plantea inicialmente, porque los humanos seguimos creyendo que los reyes del planeta somos nosotros y que los demás seres vivos están ahí para nuestra conveniencia y disfrute.

Nada más lejos de la verdad. La adopción de un ser de otra especie nos enriquece desde el momento en que reflexionamos ante la toma de esa decisión hasta el final de nuestra vida. Encontramos en el perro o el gato un carácter, unos sentimientos y una forma de actuar y vivir que nos hace progresar como seres humanos, aporta nuevos puntos de vista, nos hace más tolerantes y más comprensivos.

No es que tomemos al animal como “terapia”, porque eso es un “uso” y son las cosas las que se usan, no los seres vivos. Pero sí es cierto que nuestra capacidad de atención y comprensión se ve notablemente enriquecida cuando la convivencia es compartida con alguien que se guía por otras normas y estructuras mentales, tremendamente gratificantes. Amplía nuestros puntos de vista y, por tanto, nos prepara para "comprender al otro".

Nos hacemos, también, más adultos ya que asumimos la responsabilidad de un ser que, en España, está denostado, es maltratado, apaleado y envenenado, porque molesta o porque, sencillamente, no nos gusta. Aprendemos a comprender a otros gracias a nuestros compañeros de piso que, además, son nuestra responsabilidad de por vida.

Con ello también aportamos aspectos positivos a nuestra dinámica social, y la teñimos de tolerancia, comprensión y consideración hacia los demás (por favor, no olvide las bolsitas de plástico cuando saque a pasear a su perro; culpan al perro, no al amo, y esto es injusto). Por lo tanto, las principales razones para adoptar a un animal son de índole ético y personal.

A ello se suman las razones de tipo práctico. Es obligado analizar cuidadosamente si estamos capacitados, personal, mental y económicamente para adoptar a un animal. Esto supone un análisis importante a la hora de tomar decisiones. Dejamos de guiarnos por el impulso y el capricho para comenzar a guiarnos por la razón y por el corazón. Aquí no caben egoísmos ni gustos. Es la mente y nuestra personalidad quien toma la iniciativa. No hay impulsos. No estamos comprando un pañuelo, o un bolígrafo. Estamos adoptando a un ser vivo.

Esta reflexión viene acompañada, en algunos casos y es lo aconsejable, de un análisis de nosotros mismos que, ciertamente, es muy positivo. Asumir nuestras limitaciones y capacidades viene también de la mano de tomar la decisión de adoptar y, posteriormente si la respuesta es afirmativa, de la decisión de compartir nuestra vida cotidiana con alguien de otra especie.

Una vez tomada la decisión de adoptar, con casi toda seguridad pero sin darnos cuenta, estaremos en el umbral de un nuevo conocimiento de nosotros mismos que contribuirá, gracias a nuestro nuevo compañero de vida, a que seamos más tolerantes, más comprensivos, más personas. Y, también, más divertidos.

Fuente: www.acogelos.org Mª Asuncion Saura